Por Alejandro Paolini.

Las organizaciones son organismos vivos, cambiantes, variables. Deben serlo si su interés es sobrevivir, ganar, competir. Más aún en los tiempos actuales, de vorágine de nuevos productos, de lo efímero del objeto y lo valioso de la marca. Vivimos un momento de la historia del consumo guiado por la intuición, las sensaciones, la inteligencia o estímulos que nos comunican las empresas.

La fortaleza de las mega industrias, del capital por sobre la inteligencia, comenzó a declinar en los setenta para morir del todo en el nuevo siglo. Surgen miles de empresas a partir de la inteligencia: la red permite que se conozcan ideas, productos o propuestas, con una velocidad inusitada.

La mayoría de las nuevas empresas surgen del intercambio de ideas entre un acotado grupo de emprendedores. Al mejor estilo de las pioneras Microsoft o Apple, el espíritu de hombres como Gates, Jobs o Bezos, las organizaciones son organismos de intercambio constante, de diálogo. Su sangre es la comunicación de ideas, de objetivos, de desafíos, de metas.

Su cerebro, al igual que el del cuerpo humano, se compone de millones de células, sus neurotransmisores son las comunicaciones, sus acciones, resultado de esas órdenes, llevan al aprendizaje, a la síntesis para ser los mejores, los primeros, los que atraen.

Este proceso es el proceso del conocimiento organizacional, un resultado del diálogo interno, como el que tenemos nosotros mismos antes de tomar una decisión, como ese en el cual a veces hacemos que nuestra preferencia dé lugar a la razón en pos del bien, del logro.

Esto es parte del rol de los líderes de las organizaciones, saber conducir el diálogo hacia el mejor resultado, hacia la razón. Una característica del líder, en sus habilidades o “skills” comunicacionales, es reconocer la construcción colectiva como superadora de lo individual. Cómo decía el escritor español José Bergamín, “en ciertos momentos, la única forma de tener razón es perdiéndola”, cuando el líder la pierde, construye una nueva, resultado del diálogo y potenciadora de las capacidades de todos. Construye comunicación para construir conocimiento.