Por Alejandro Paolini, Director General de Vértice, Imagen & Comunicación

El momento histórico actual está signado por la velocidad, la pérdida de espacios por la inmediatez constante de las obligaciones, la transformación de las relaciones sociales a virtualidad, la pérdida del tiempo “elegible”. El torbellino constante abarca y envuelve todos de los espacios de la vida, de las organizaciones, de las naciones. La dimensión de las “cuestiones”, “problemas”, “variables”, “desafíos”, se expande, se retroalimenta y se torna a primera vista inasible. La abundancia de herramientas y recursos complejiza en vez de simplificar, amplifica y desdibuja los focos, hace confundir estrategia con táctica o acciones.

En la cotidianeidad de las organizaciones el impacto de la nueva realidad está aún por abordarse. Así como el espacio del “trabajo” invade la vida privada, la vida cotidiana invade el espacio del trabajo. La consecuencia es una constante “desconcentración” o dispersión de las capacidades en busca de abarcar y resolver, sin poder lograr en muchos casos ninguna de las dos cosas en ninguno de los espacios.

Al interior de las empresas se procede a absorber la totalidad de las nuevas herramientas de comunicación y vinculación, así como consultar o conocer de forma superficial el constante flujo de teorías, tendencias, indicadores, de gestión, de motivación, de liderazgo… imposible profundizar o abarcar. Dificultoso frenar y definir desde lo más simple para poder abarcar la complejidad. Es ese el mayor logro de la complejidad en su devenir: destruir el análisis medular, profundo, para instalar la necesidad de la inmediatez y formatear un nuevo esquema de acción: la velocidad por sí misma, la despersonalización de las personas y la disolución de los elementos de identidad organizacional en la construcción deconstructiva.

Sin embargo, las organizaciones siguen siendo personas que deben tener un objetivo común, una inversión de energía hacia los logros comunes, es decir la motivación. Todo ello combinado con una guía CLARA. La claridad o contundencia del liderazgo se pierde entre las capas del “todo”. Se pierde entre otros elementos la paciencia y se adoptan los formatos.