Por Alejandro Paolini, Director General de Vértice, Imagen & Comunicación
La exitosa saga televisiva “Lie to me” conlleva dentro de algo más rico que lo anecdótico y entretenido de las historias del Dr. Lightman, protagonizado por Tim Roth. Cómo la gran mayoría de las series de las últimas épocas, el juego con los nombres es un recurso semiótico. En este caso es el “hombre luz”, en el caso de la serie “Boss”, el alcalde se llama Cane, meta mensaje sobre “Citizen Kane”, la inmortal película.
El investigador creado para “Lie to me” es un hombre capaz de detectar la verdad o la mentira mediante las expresiones de sus interlocutores. Lejos de ser ciencia ficción, el personaje se basa en los estudios del Dr. Paul Ekman y su teoría de las “microexpresiones”.
Liderar equipos implica reconocer con “qué” contamos al momento de emprender tareas, o también la cotidianeidad del desempeño. La velocidad existente en el mundo empresario actual nos aleja de las emociones propias, del análisis de lo que sentimos cuando “tenemos” que hacer. Quienes dirigen y lideran, llegan a la evaluación, si lo hacen, al final de un período. En cambio, quienes implementan las decisiones, o son parte del hacer, se relacionan entre sí, con sí mismos y con el entorno. En todos los casos, la exigencia o la falta de ella produce alteraciones en la motivación, en los niveles de satisfacción, en el clima interno.
No se trata de descubrir si “mienten” o “dicen la verdad”. Se trata de recuperar la capacidad de la observación y la búsqueda del “otro” en tanto ser complejo y completo.
En comunicación existen dos niveles de respuesta: la manifiesta y la encubierta.
La mayor parte del tiempo nos movemos en los niveles de respuestas “manifiestas”. Es la “obligatoria” o la “debida”. Es cuando preguntamos al pasar “estás contento con tu trabajo?”, “te parece bien lo que dije?”, “crees que lo podés hacer?”. Las reacciones inmediatas ante un “jefe” que plantea esto son las “debidas”, “si”, “claro”, “obvio”. Es nuestra actitud la que determina estas respuestas en gran porcentaje. La actitud de prisa, de que no queremos complicaciones, de “peligro” de pérdida de posiciones o de reconocimiento, empujan desde el interior del individuo un cierto “sometimiento” asertivo. Si en cambio nos detuviésemos un segundo en la velocidad con la que recorremos los rostros, o peor aún, escribimos y respondemos los mail, encontraremos “grietas” en esas respuestas. Esas grietas son las que evidencian, como las microexpresiones, la existencia de una respuesta encubierta, de una visión distinta, llena de significados, que desde el lugar de “líder”, no de “jefe”, son las que nos dan la materia prima para la construcción de equipos. La repregunta, la pregunta indirecta, la indagación sobre factores determinantes del real estado del “otro” nos permiten saber si las fuerzas con las que creemos que contamos, son con las que realmente contamos.
Detenerse cara a cara, con esa simpatía inicial de Tim Roth, sin llegar a su soberbia indagatoria, nos dará más material para construir el éxito que el arenoso “si seguro” que recibimos todos los días.